Como si se tratara de una versión nudista de aquel viejo libro-juego
¿Dónde está Wally?, he pasado buena parte del día viendo las fotos que están circulando en Internet o que han salido en los periódicos, sobre la sesión que Spencer Tunick realizó ayer en Caracas. Busco a alguien conocido, ¿con perversión?, ¿con incredulidad?, ¿trato simplemente de saber si entre mis conocidos hubo alguien que se haya quitado la ropa para el artista? ¿o es que además de saber si se la quitaron quiero verlos como dios los trajo al mundo y quizás tener luego la oportunidad de decirles "te vi" a ver cómo reaccionan?
Pero lo cierto es que por más que trato no logro individualizar cada desnudo, se me juntan unos con otros como los dibujos de cualquier libro de Wally o como esas figuras que encierran una imagen tridimensional en su seno.
Tunick dice que el desnudo libera, pero a mí sus fotos (y en este caso, las fotos sobre sus fotos) me producen exactamente lo contrario: veo la sucesión de personas y no soy capaz sino de ver una masa, informe o uniforme, deshumanizada, no muy distinta de las que se ven en fotos de campos de concentración o de fosas comunes, como si bastara despojarnos de nuestras ropas para quitarnos todo lo que somos, como si todo lo que somos se pudiera guardar en un clóset o cupiera en una maleta.